POR FIN....


El estruendo llevó a Pablo Caballero a envolverse en el abrazo de todos. Incluso de los muchos que, en la cancha, lo insultaron cuando reemplazó a Castromán (también lo hicieron con Leandro González), sin que siquiera haya tocado el césped de la raya para adentro. Y se desahogó. Y se acordó de todo en el desahogo. Sintió que millones de manos lo palmeaban, le agradecían lo que acababa de hacer, sin pensar ellos que se trataba de apenas un pasito de todos los que tienen que dar para salir de esta cueva espantosa en la que están atrapados desde hace un par de años. Porque la temporada pasada se los vio sudando en la Promoción, mismo sitio en el que están hoy, junto y justo con el Central de Mostaza. Y ahora el pesimismo, ese compañero de camino que fue adoptando Racing en su sinuoso transitar, los muestra con una mueca resignada y cruda: "La Promoción es lo mejor que nos podría pasar", advertían después de ser goleado por Tigre.

Pero la Academia siempre renace. Y los diez partidos sin ganar no fueron once gracias al testazo de un flaco con pinta de desgarbado, típico antihéroe a la medida de Racing... El muchacho, con su gol, untó con antiinflamatorio el corazón que sale con taquicardia a la cancha. Es este mismo grupo que, pese a todo, terminó con algo de paz una semana que había empezado en pie de guerra, por la intervención atroz de los violentos que creen tener la solución en su aerosol intimidante y su lengua lacerante. Porque no faltarán los que digan que se le ganó a Godoy Cruz gracias a la apretada de los barras. Y en realidad fue a pesar de la apretada.

Porque el hincha genuino entiende que son estos jugadores los únicos que podrán despertarlos de la pesadilla del descenso, ésa que sufrieron hace 26 años y le temen más que a la crisis mundial y sus coletazos. Ese hincha, el que mira más la tabla de los promedios que los vaivenes del índice Merval, fue al que Caballero quiso tocar cuando saltó los asientos de las plateas preferenciales en su corrida loca tras el gol. Fue también a ellos que les dijo, con un gesto inequívoco, que le sobraban huevos para soportar este momento.Y su tremendo cabezazo, que buscó ángulo y lo encontró, debía ser el final de un centro enviado por Franco Sosa, el tipo que ha sido partícipe necesario de algunas de las contadas buenas noticias que ha disfrutado esta Academia contemporánea.

Y no es novedad que en Racing está todo patas para arriba. La incoherencia es parte de su inventario. Por eso el equipo que extraña la pequeñez de Maxi Moralez, que está huérfano de fútbol, que llega a los tumbos y que sufre hasta con los laterales a favor que se hacen cerca de su área, encontró en los 192 centímetros de Caballero, en las antípodas del Enano (por altura y por juego) la respuesta a tanta angustia. Es la primera vez en su carrera que hace un gol para ganar, porque hasta aquí habían sido sólo en empates (un 2-2 ante Arsenal, un 3-3 frente a River). "Por suerte se nos dio. Estuvimos laburando duro toda la semana para poder ganar. Esta clase de partidos se los gana así, metiendo. Se sienten los nervios por todo el sufrimiento de la semana, los de la familia y de los hinchas. Por eso hay que dedicarle esto a la gente y a cada una de nuestras familias, que sufre mucho en la semana", definió Pablo. Pueden festejar tranquilos, los que lo insultaron y los que lo bancaron, y también los que se pusieron nerviosos con el gol que no llegaba. No escatimen y aprovechen esta pequeña alegría, que esta vez Caballero paga.

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