Gol de Grazzini

Se comió al tigre


Este Racing que ha hecho del sufrimiento una religión, encontró un respiro. Después de diez partidos, salió de la Promoción, ya que por debajo quedaron Godoy Cruz y Rosario Central. Aun en forma temporaria, no deja de representar un alivio para un equipo acostumbrado a la compañía de los fantasmas. El segundo triunfo consecutivo de la Academia llegó con un escuálido 1-0 sobre Tigre; un éxito conseguido con las monedas justas; a Racing no le sobra nada, y mucho menos, fútbol. Pero, mientras remienda los hilos de su funcionamientos, vienen bien los buenos resultados.

Lo que ofrecieron en el comienzo estuvo acorde con la realidad que enfrentan ambos equipos en este campeonato, con un juego pobrísimo y ordinario. Racing dejó la sensación de que aquella victoria de la semana pasada ante Banfield se trató de una producción excepcional –casi un espejismo– y que el resto de sus partidos correspondió al mismo patrón de juego visto anoche. A pesar de las intenciones del entrenador Claudio Vivas, la Academia fue un equipo ausente de ideas, demasiado previsible, sin juego asociado y con una dependencia de individualidades que esta vez no acudieron al rescate. Tan cierto como que sintió las ausencias de Yacob –por quite y distribución, es indispensable en el medio–, y en cierto modo, del lesionado Castromán.

Tigre atraviesa un período de incertidumbre. Sumergido en los últimos puestos, con aquel brillante ciclo de Diego Cagna a punto de concluir entre sombras, recorre sin rumbo las últimas fechas de un torneo para olvidar. Dentro de ese panorama, anoche intentó jugar sin presión. Más allá de los bolsillos flacos, al Matador le bastó con una pizca de prolijidad para generar las situaciones más favorables durante el primer tiempo. De Olivera tuvo que esforzarse para taparle un mano a mano a Suárez, y luego un bombazo a Leone dentro del área; casi sobre el final, a la salida de un tiro libre, Manzur estrelló una media chilena en el poste derecho. Racing se arrimó con una llegada de Lugüercio que Islas desvió con el rostro. Los 25.000 espectadores que acudieron a Avellaneda no podían salir del mutismo.

Y no cambió mucho el desarrollo en la segunda parte. Lo positivo, para el local, fue exhibirse más ordenado. Lentamente empezó a dominar. Y hasta fue un poco más decidido en su postura. Pero le faltaba creatividad. Tigre ya no tenía el mismo empuje y empezaba a retroceder más de lo razonable.

Ramírez estrelló un cabezazo en el travesaño, y en otra acción dentro de esa misma jugada, bajó un centro y dejó la pelota en el borde del área para el zurdazo de Grazzini, que estalló en el ángulo derecho de Islas. En el único acierto de la noche, encontraba tres puntos cruciales para dejar por un rato las preocupaciones.

Después lo aguantó. Aunque Tigre tampoco estaba en condiciones de inquietarlo; apenas Castaño intentaba despertar a un conjunto que perdió la memoria hace mucho. Aveldaño se hizo gigante en el fondo de la Academia; resolvió sin brillo pero con firmeza. De Olivera estuvo solvente y hasta le ahogó la última posibilidad al ingresado Abregú. Grazzini ya había hecho su gran aporte, pero además mejoró mucho en la segunda mitad y se convirtió en el eje de conducción. A despecho de sus limitaciones, de los problemas, de la escasez constante, a Racing le alcanzó con un lapso de lucidez para quedarse con todo
 
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